Una noche de copas (Christian)

-Todo ha vuelto a cambiar, ahora soy yo de nuevo y me siento nuevamente Yo. No sé en qué jodido momento pude haber olvidado toda mi jodida vida y tener una nueva, una madre nueva, un padre nuevo. De hecho, tener como familia a mis peores enemigos. La vida me había jugado una muy mala pasada pero eso no era obstáculo para mí en este momento. Me he alejado de todos y ahora vivo en un lugar diferente donde las cosas no se parecen nada a las de allá y eso…Eso es lo que más me llama la atención de acá. Un nuevo comiendo, una nueva vida donde me siento más que satisfecha y con energías renovadas. Esparzo perfume por mi cuello y luego llamó un taxi, hoy simplemente no deseo conducir, además afuera está lloviendo y me da pereza hacerlo. La bocina de este se escucha afuera y mi andar elegante resuena en el piso cuando mis tacones negros golpean en el con delicadeza, mi cabello esta suelto y perfectamente liso y mi maquillaje es suave. Llevo un vestido corto y negro con un cinturón ancho y algunos accesorios. El taxista me lanza una mirada lasciva y tengo que contenerme para no lanzarlo al otro lado y acabar con su miserable vida. Esta bastante mal de la cabeza si cree que alguien como él puede tenerme. Respiro y me calmo y luego subo al taxi poniendo cara de póker le ordeno que me lleve al mejor bar de la ciudad, Parece que no estábamos lejos pues hemos llegado anticipadamente. Dejo unos billetes en su mano y me bajo. En la barra hay pocas personas lo cual me gusta más. Me siento y a mi lado queda una silla libre.- Un Holy Smokes por favor. –Le pedí al mesero y entonces sentí el perfume masculino de alguien e inevitablemente gire mi rostro para ver a quien pertenecía.-

Entro, apretándome el nudo de la corbata. Una rápida visual a la zona y ya he descartado a varias de las que podrían ser candidatas ideales para mis planes de esta noche. Como miembro de la sociedad, un requisito indispensable es llevarte a algún ángel al infierno. O eso o por lo menos disfrutar de una buena noche, llena de sexo y aventuras extrañas. Mi cama nunca era testigo de todas ellas. No me gustaba compartir mi espacio. Ni siquiera mi hermano lo compartía conmigo. Era fiel a mis costumbres. Nada de mujeres en tu apartamento. Eso les deja saber más de ti, y puede traerte problemas. Era una regla básica a aprender para todo hombre.
Me acerqué a la barra, donde una bonita y elegante chica demonio se ponía a fumar. Ni siquiera reparé en quién había abandonado la silla que estaba ahora vacía a su lado, pero supe de inmediato que debía ser yo quien la ocupara.
Me acerqué, sin apenas mirarla. Me senté. Llamé al camarero. Vaya. Otra mierda. Ojalá fuese una chica. Sería todo más fácil y divertido. - Un whisky doble con hielo. - susurré. Entonces la demonio giró su cara y me observaba detenidamente. Alcé una ceja. Probablemente mi cara tenía pinta de algo así como "qué mierda estás mirando?" y es que, no soy demasiado agradable con los que son como yo. Naci demonio, sí. Pero en el fondo es una mierda. Siempre teniendo que obedecer a líderes oscuros que se creen mejores que tu, pero que ni siquiera saben hacer el trabajo sucio. Horrible. No lo soportaba. Y decidí que no quería saber nada de demonios en una temporada. Mi vista se fijó en sus piernas. Y claro, pensé que no pasaba nada por hacer alguna que otra excepción. Iba a decirle algo cuando un gilipollas vino a molestar. Se sentó del otro lado de la hermosa demonio y le ofreció fuego.
Ella pronunció un fuerte "lárgate". Pero el muy imbécil ni siquiera se inmutaba. Se acercó a ella y le puso la mano en la cintura, acercándose para quizá susurrarle algo o quizá meterle la lengua en la oreja. De todos modos no quería saberlo. Ese tío era asqueroso. Sonreí. Decidí que era hora de hacerse el héroe. - Te ha dicho que te largues. - Entonces el pobre humano, raza que yo aborrecía, se puso gallito conmigo. "Quién coño eres tu?" preguntó. Sonreí de oreja a oreja. De pronto mis ojos se tornaron completamente negros, no quedaba nada blanco en ellos. Eran todo pupila. Y con la mirada desenfocada pronuncié unas palabras en hebreo clásico, el idioma de algunos de nosotros. De pronto el hombre calló de rodillas contra el suelo llevándose las manos a la cabeza. Sabía perfectamete el dolor que se sentía con eso. Era horrible. Pero me gustaba ser yo quien lo infligiese. Decidí que era suficiente, todas las miradas se volvieron hacia nosotros. Y no me convenía llamar la atención. Yo no era un chico de numeritos de circo. Mis ojos volvieron a la normalidad. Mi sonrisa era mucho más amplia. - Creo que eso responde a tu pregunta. - claro que si. Yo era la peor pesadilla de cualquier humano como él. Un puto miserable que no tenía más pensamientos en la cabeza que el de pervertir chicas. Miré a la demonio. - Deberías ir menos provocativa a sitios como estos.. que seas jodidamente sexy es un gran problema. Miles de hombres como ese podrían acercarse a ti, y no debe de ser agradable... - mencioné divertido.